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Viaje al centro del cielo

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“¡No! ¡Qué aburrimiento inimaginable! ¡Tener que ir a Sucre! Cuando mi mejor amigo se iba al paraíso, o sea a Disney World, y mis vecinos, Julián y Esteban a un extraordinario club Med por el Pacífico a pasar las vacaciones de verano…”
Ante su asombro, Nacho tiene que emprender un inesperado viaje a Sucre, no sólo con toda su aburrida familia, sino que en auto y por muchos días, teniendo que perderse todos sus programas de TV, la señal de Wi-Fi, la tecnología y las comodidades de la modernidad.
Sin embargo, a medida que el viaje va transcurriendo, Nacho descubre algunas cosas extraordinarias del pasado y del presente que hacen que su travesía se convierta en un viaje al centro del cielo.

Fecha de publicación : 2017

Lugar : La Paz- Boliva

Autores : Verónica Linares

Ilustradores : Roxana Hartmann

Editorial : Editorial Gisbert

Número de edición : Primera

Número de páginas : 94

ISBN : 978-99974-898-6-9

Depósito legal : 4-1-4828-16

RESEÑA DE MARIO LINARES URIOSTE (Artista y custodio de la Casa de la Libertad de Sucre-Bolivia)

Matutino Los Tiempos. 14 de agosto de 2017

VIAJE AL CENTRO DEL CIELO

Viaje al centro del cielo, el último libro de Verónica Linares es una novela de doce capítulos.  La misma contiene varios cuentos que la narran las experiencias y aventuras de un niño de ciudad, o sea un niño inmerso en el wifi, en el Nintendo, en la tv de animación, cuyos compañeros toman sus vacaciones en hoteles de lujo o van a Disney World.

El cronista piensa fustrado que en su vacación, en lugar de conocer modernos aeropuertos, lujosas tiendas y centros de entretenimiento, hará un viaje al Potosí y Sucre de los recuerdos ancestrales.   El viaje acompañado de sus abuelos, padres y hermanitos, será por tierra.   Muchas horas que transcurrirán recorriendo desde un altiplano abrazado por las cumbres de nieves eternas de una Bolivia andina para llegar hasta los dulces valles. ¡Qué aburrimiento! , dice, es como viajar a la prehistoria.

Por la ventana del auto van pasando los pueblitos, las recuas de llamas, las vestimentas multicolores de las mujeres.  Los luminosos cielos de las alturas en solo instantes se transforman en aterrorizantes negros nubarrones con precipitación de lluvias y granizo.   En medio de la nada un desperfecto mecánico detiene el vehículo y el abuelo junto al padre tienen que emprender la aventura incierta de ir a buscar auxilio.  ¡Qué terror!... los niños lloran.

Pete la valiente, la abuela que viaja con ellos, trata de calmarlos con su cuento atemorizante de un internado cuando era niña en que los ruidos inexplicables de una noche oscura terminan siendo el baile y zapateo de las monjas en clausura.   Al terror se lo vence con la risa. 

Llega al fin el auxilio, el padre y el abuelo se han convertido en verdaderos héroes y el viaje sigue.   En la noche todos duermen en una carpa a la vera del camino.   Viene un maravilloso amanecer con olor a campo y tierra mojada.

Los cuentos están dirigidos a los niños y adolescentes, esos seres  sensibles, vulnerables, impresionables y ávidos de amor.  ¿Pero qué adulto en el  fondo también no es un niño?

Verónica, para llegar a los niños vuelve niña a su madre, niño en búsqueda de amores a su padre.   Las crónicas no son imaginarias,   son de carne y hueso.   Ocurrieron y así se las relata.

En unos pocos días el niño de ciudad experimenta el encuentro con la patria, con los ancestros, con las ciudades de los recuerdos de sus mayores y en medio de ellas encuentra lo principal:   Saber que la felicidad es de sólo unos instantes pero su intensidad nos persigue eternamente.   Saber que al miedo lo vence la risa.   Saber que todos buscamos amor.   Saber que es primordial honrar padre y madre.   Saber que el misterio de la muerte es doloroso e insondable.    Saber que los ancestros y la tierra nos dan el beneficio de la pertenencia.

En estas crónicas se muestra el desgarrador exilio de un niño que resulta ser el abuelo y que junto a su familia tiene que dejar amores, amigos, su ciudad y la tierra por los típicos avatares de la política boliviana, todo en busca de nuevas oportunidades.

Se narra también el regreso al Caraparí, la hacienda perdida, donde los antiguos arrenderos, después de reconocerlos, eufóricos gritan: ¡los patrones han llegado! 

La autora narra con ternura las viejas anécdotas de familia que también resultaban entrañables para ellos.   Todos se abrazan, besan y lloran.

Verónica, en un lenguaje sencillo nos cuenta historias fascinantes en sí mismas pero, lo más importante, son todas historias que nos curan el alma y nos ayudan a vivir.

Verónica a través de sus cuentos se vuelve una terapeuta de la salud y la inteligencia emocional.  Si bien son narraciones familiares e íntimas, son tan ligadas al ser humano que se vuelven universales.

Paradójicamente ese “viaje a la prehistoria” que se inició con la expresión de aburrimiento de un niño de ciudad, terminó siendo para él, como titula el libro, “Un Viaje al Centro del Cielo”.

Muchas gracias Verónica por tu nuevo e invalorable regalo.

RESEÑA DE MARIO LINARES URIOSTE (Artista y custodio de la Casa de la Libertad de Sucre-Bolivia)

Matutino Los Tiempos. 14 de agosto de 2017

VIAJE AL CENTRO DEL CIELO

Viaje al centro del cielo, el último libro de Verónica Linares es una novela de doce capítulos.  La misma contiene varios cuentos que la narran las experiencias y aventuras de un niño de ciudad, o sea un niño inmerso en el wifi, en el Nintendo, en la tv de animación, cuyos compañeros toman sus vacaciones en hoteles de lujo o van a Disney World.

El cronista piensa fustrado que en su vacación, en lugar de conocer modernos aeropuertos, lujosas tiendas y centros de entretenimiento, hará un viaje al Potosí y Sucre de los recuerdos ancestrales.   El viaje acompañado de sus abuelos, padres y hermanitos, será por tierra.   Muchas horas que transcurrirán recorriendo desde un altiplano abrazado por las cumbres de nieves eternas de una Bolivia andina para llegar hasta los dulces valles. ¡Qué aburrimiento! , dice, es como viajar a la prehistoria.

Por la ventana del auto van pasando los pueblitos, las recuas de llamas, las vestimentas multicolores de las mujeres.  Los luminosos cielos de las alturas en solo instantes se transforman en aterrorizantes negros nubarrones con precipitación de lluvias y granizo.   En medio de la nada un desperfecto mecánico detiene el vehículo y el abuelo junto al padre tienen que emprender la aventura incierta de ir a buscar auxilio.  ¡Qué terror!... los niños lloran.

Pete la valiente, la abuela que viaja con ellos, trata de calmarlos con su cuento atemorizante de un internado cuando era niña en que los ruidos inexplicables de una noche oscura terminan siendo el baile y zapateo de las monjas en clausura.   Al terror se lo vence con la risa. 

Llega al fin el auxilio, el padre y el abuelo se han convertido en verdaderos héroes y el viaje sigue.   En la noche todos duermen en una carpa a la vera del camino.   Viene un maravilloso amanecer con olor a campo y tierra mojada.

Los cuentos están dirigidos a los niños y adolescentes, esos seres  sensibles, vulnerables, impresionables y ávidos de amor.  ¿Pero qué adulto en el  fondo también no es un niño?

Verónica, para llegar a los niños vuelve niña a su madre, niño en búsqueda de amores a su padre.   Las crónicas no son imaginarias,   son de carne y hueso.   Ocurrieron y así se las relata.

En unos pocos días el niño de ciudad experimenta el encuentro con la patria, con los ancestros, con las ciudades de los recuerdos de sus mayores y en medio de ellas encuentra lo principal:   Saber que la felicidad es de sólo unos instantes pero su intensidad nos persigue eternamente.   Saber que al miedo lo vence la risa.   Saber que todos buscamos amor.   Saber que es primordial honrar padre y madre.   Saber que el misterio de la muerte es doloroso e insondable.    Saber que los ancestros y la tierra nos dan el beneficio de la pertenencia.

En estas crónicas se muestra el desgarrador exilio de un niño que resulta ser el abuelo y que junto a su familia tiene que dejar amores, amigos, su ciudad y la tierra por los típicos avatares de la política boliviana, todo en busca de nuevas oportunidades.

Se narra también el regreso al Caraparí, la hacienda perdida, donde los antiguos arrenderos, después de reconocerlos, eufóricos gritan: ¡los patrones han llegado! 

La autora narra con ternura las viejas anécdotas de familia que también resultaban entrañables para ellos.   Todos se abrazan, besan y lloran.

Verónica, en un lenguaje sencillo nos cuenta historias fascinantes en sí mismas pero, lo más importante, son todas historias que nos curan el alma y nos ayudan a vivir.

Verónica a través de sus cuentos se vuelve una terapeuta de la salud y la inteligencia emocional.  Si bien son narraciones familiares e íntimas, son tan ligadas al ser humano que se vuelven universales.

Paradójicamente ese “viaje a la prehistoria” que se inició con la expresión de aburrimiento de un niño de ciudad, terminó siendo para él, como titula el libro, “Un Viaje al Centro del Cielo”.

Muchas gracias Verónica por tu nuevo e invalorable regalo.

Fragmento

Capítulo Uno:  Planeando un viaje a la era del hielo

¡No! ¡Qué aburrimiento inimaginable! ¡Tener que ir a Sucre!  Cuando mi mejor amigo  se iba al paraíso, o sea a Disney World, y  mis vecinos, Julián y Esteban a un extraordinario club Med por el Pacífico a pasar las vacaciones de verano.

El colegio había sido más complicado este año, y la verdad es que me había ido bien, diría yo. Estaba en el cuadro de honor y sin duda, mis papás estaban contentos con mis notas. Pero ahora, ¿tener que ir a Sucre? ¿Qué había en Sucre, por Dios? Esto más que un premio era un castigo. Tendría que llevar muchos juegos de “Nintendo” y de computadora. Con suerte, habría cable de televisión en el hotel o donde nos alojaríamos…

Mi mamá era claramente la más entusiasmada y había estado planeando este viaje hacía rato. Nadie la había tomado muy en serio, o por lo menos eso creía yo.

_ ¡Es el lugar de mis sueños! _decía con su voz de terciopelo _.Cuando era chica, yo pasaba todas mis vacaciones ahí. Y no había ni televisión, bueno había una en la casa de mis abuelos, pero en blanco y negro, y sólo la prendía mi abuelo cuando había películas sobre la vida de Jesús. Tampoco había todos esos jueguitos electrónicos que sólo sirven para hipnotizarlos e idiotizarlos. Pienso en Sucre y ya puedo sentir el olor de los ligustros, los árboles que estaban en la vereda de la casa de mis tatas, ya saben, de mis abuelos y el trinar de los horneros y el tañido de las campanas de la iglesia del manicomio… _

Y entonces no sólo la voz de mi mami cambiaba, sino toda su figura, su cara se iluminaba, sus ojos brillaban más y era como si realmente se transportara a aquel lugar, que parecía su paraíso. Su entusiasmo contagiaba, pero no lo suficiente. Yo seguía insistiendo en ir a algún lugar más moderno. Además, eso del manicomio de Sucre me dio mala espina.

­_ ¡Obviamente, tenemos que ir a Yotala, y visitar las fincas de por ahí! _Continuó fascinada mi mami, fincas en las que mi abuelo Bruno y sus hermanos se habían criado hace muchos, muchos años, ¡casi en la era del hielo!

 

Evidentemente, mi mami, con su entusiasmo arrasador, había convencido a mis abuelos para que vayan con nosotros, y claro, además, tendríamos que ir en auto, porque ella, cuando chica, iba en auto y que ¡qué emoción! La aventura, la incertidumbre, atravesar los ríos, y no sé cuántas otras cosas del milenio pasado.

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